Más y mejores veredas, reflejo de inclusión
Un artículo publicado en julio de 2023 en The Clinic nos llama la atención: “Santiago es elegida el peor destino turístico para la tercera edad: acusan veredas en mal estado y transporte poco amigable”. La empresa a cargo de la encuesta le otorgó a nuestra capital la calificación más baja en concepto de caminabilidad y peor destino turístico para la tercera edad en la región y el segundo en el mundo.
A su vez, el estudio Movilidad urbana y oportunidades de mejora para la calidad de vida en personas mayores determinó que: “Respecto al estado de las calles y veredas, un 55% de las personas considera que no son adecuadas para realizar sus desplazamientos cotidianos».
Los resultados dan cuenta de una mayor complejidad a medida que aumenta la edad de las personas mayores. Un 63.8% de las personas entre los 75 y 89 años señaló tener dificultades para desplazarse por el estado de las calles y veredas, en comparación con el 56.1% entre los 70-74 años, y el 53.1% entre los 60-69 años.
Un estudio anterior sobre la caracterización del entorno urbano (CChC en base a Pre-Censo 2011 y Casen 2015), reveló que el 64% de las manzanas en nuestras ciudades no cuentan con veredas y pavimentos en buen estado.
Las veredas son la columna vertebral de la movilidad peatonal y eslabón fundamental para conectar la vivienda hacia los diferentes destinos diarios y habituales. Son parte clave de la cadena de accesibilidad, necesaria para dar opciones equivalentes de desplazamiento a las personas, conectando hacia paraderos del transporte público, estacionamientos y como única vía de desplazamiento para el peatón.
¿Queremos una ciudad a escala humana, desincentivar el uso del automóvil, una ciudad que incite a caminar, más saludable y sustentable? La respuesta está en mejorar nuestras veredas y cruces peatonales.
La mayoría de las autoridades valoran los conceptos de “mejores ciudades” y “ciudades a escala humana”, pero no se invierte lo suficiente en infraestructura peatonal. Atender las necesidades de la comunidad es invertir en mejores veredas, cruces peatonales, basureros, asientos, sombra (árboles) y luminarias.
Las altas velocidades de los vehículos en las ciudades son un factor que inhibe y complica especialmente a los peatones mayores. Incentivar límites de velocidad más bajas y enlentecer el tráfico en zonas residenciales son acciones que pueden ser apoyadas con una infraestructura adecuada.
¿Por qué el peatón debe bajar a la calzada en cada cruce peatonal? Seguramente porque durante décadas la costumbre fue darle prioridad al automóvil.
Existen acciones que apuntan a cambiar el paradigma: los vehículos serán quienes crucen un sendero peatonal y no las personas las que cruzan una vía vehicular. Algunos diseños que colaboran en lograr estos objetivos son:
• Implementar más cruces a nivel vereda, en especial en zonas residenciales.
• Demarcar la continuidad peatonal a través de la calzada en todos los cruces.
• Reemplazar «lomos de toro» en cuadras largas por cruces peatonales a nivel vereda con la doble función de enlentecer el tráfico y dar opciones de cruce seguro a los peatones.
Una infraestructura peatonal deficiente impacta negativamente y en especial a las personas con discapacidad y en las personas mayores, ambos grupos con escasa influencia en la toma de decisiones.
Una ciudad amigable con las personas con discapacidad y mayores será también una mejor ciudad para todos: mejores veredas, más árboles y asientos a intervalos regulares, Iluminación y cruces peatonales seguros.
Una mujer mayor transporta su propio asiento para descansar cada ciertos intervalos de caminata. Una ciudad pensada en las personas incorpora alternativas de descanso.
Mejores veredas y cruces peatonales pueden generar un impacto positivo en la calidad de vida de los habitantes de nuestras ciudades.
Peatones desprotegidos ante un cruce sin demarcaciones ni rebajes
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